martes, 23 de enero de 2018

Haikus XLIV













A Francisco Serrano Buendía, el Zumbío de los Sables, centauro marino, metonimia del  mar de Águilas, pulpero mayor de Calabardina, pastor de sardinas.



Carne al oreo de los vientos: vela mojama que no llegará a ser piel de tambor. De la cosecha del mar, en el huerto de estelas, florecen los pulpos para ser espectros de badana marina. En la lumbre, se retorcerán sus patas hasta ser manjar sofisticadamente primario. De la tierra solo quedará su reposo bentónico, su entanamiento entre vuelos pelágicos y juegos, coreografías de su falda de radios con ventosas e impulsos meteóricos fusiformes.

Antes de ser bandera fue masa viscosa de inteligencia arcaica liberada de chasis. Ondea ante la mirada lasciva de los marineros que saben su fin y se relamen. Los mismos que, botella de cerveza en mano, le dieron la paliza que ablandó su musculatura, rompió sus corazones y marronizó su repertorio camaleónico. Invertebrado, yace vertical, crucificado por las cañas que fingen darle cuerpo y las vértebras que nunca necesitó tener en vida.




   Aire cadáver.
Cementerio marino.
Ósmosis de aguas.










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