viernes, 6 de abril de 2018

Luz crepuscular



 
Es un Sol de otro año, otro mes, otra estación y otro día. Cortázar díría "todos los soles, el sol"



 
Amanecer entre las gibas de la isla del Fraile. Fotografía de Maruja Ramírez, exportadora de crepúsculos aguileños.




A María de la Serna Ramos, porque el Sol de este poema es el mismo que pude gozar en su terraza de Las cuatro plumas, un jueves santo.



        Correr tiene su filosofía, pero yo no soy corredor. Me gusta amanecer con el Sol, ver el mundo que abarcan los pasos largos, diletar deleitándome en los lugares a ritmo binario de velocidad humana, con la máxima atención en la mirada. Solo una actividad paralela y consciente al contemplar: leer el paisaje y mi interacción con él. Y esa trenza de vitalidad, mirada y pensamiento forja poemas, duraciones léxicas en la fugacidad.

         Correr sin pensar en correr: correr como procedimiento excipiente para restañar heridas con palabras, que son el motor de la carrera lírica.




Corriendo hacia poniente
con el sol levantándose,
en mi alfombra de sombra que persigo
se me proyecta Jano
descarado, a contrasol, mirando
este suelo sembrado
de luz y de azules.
Cegado de infancia,
baliza los rumbos desde la sombra
la luz de su mirada.
Desde su pozo, Tales de Mileto
señala el firmamento
y Pascal, los abismos.
Entre el pasado y el futuro,
entre la nada y el infinito,
el paisaje que conduce y viste
mi cuerpo opaco de transparencias,
corazón y razón,
es presente pletórico,
duración en la precipitación.

Los crepúsculos despiden y anuncian
soles de mediodía.






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