En
el diálogo entre tiempos, literatura y vida late el flujo del amor. Carne de
cuerpo y de alma que ama, también, porque se siente amada. Que amar sin ser
amado es idolatría solipsista de espejismo sin sujeto. Devoción imaginera
huera. Iconofilia de monólogo. Flor sin semilla en tierra yerma. Humo sin
fuego. Agua sin aire y sin hambre de sed. Estación deshabitada de viajes.
Antimateria sin espíritu y refractora opaca y sorda de esterilidad.
Amor
con objeto, con sujeto paciente sin transitividad recíproca. Estrangulamiento
de la posibilidad por imparidad.
“Quien ama porque es querida,
sin
otro impulso más noble,
desprecia
al amante y ama
sus
propias adoraciones”
Sor Juana Inés de
la Cruz (1651-1695)
Amar
sin sentirse amado,
siendo
un impulso tan noble,
silencia
con eco doble
el
hueco alimentado.
En
el cuerpo deseado
habita
el deseo amante,
masa
madre deseante
heñida
para ser pan,
comunión
de eva y adán
de
un darse umbilicante.
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