lunes, 9 de julio de 2018

“La aventura del atardecido”



 
Libro sobre protector de cobre de plancha sobre mueble de Ikea: concreción de una de las fórmulas para ganarse la felicidad, esa hazaña secreta de saber vivir.





Vivir, pensar y amar desde el repliegue fértil del inteligir





                                     
No hay más que la hazaña secreta, la aventura del atardecido

                                               Ramón Gómez de la Serna



PICALAGARTOS-. ¡El mundo es una controversia!
DON LATINO-. ¡Un esperpento!
EL BORRACHO-. ¡Cráneo previlegiado!

                                   Valle-Inclán. Luces de bohemia.



“Busca  a tu complementario,
que marcha siempre contigo,
y suele ser tu contrario

            Antonio Machado. “Proverbios y cantares”



La mirada moral y lírica da a la filosofía un ver fértil. Dos libros pueden representar esa maestría que ya empieza a ser oasis entre tanto ruido dulce de autoayuda y milagros de la nueva ley de la gravitación universal positiva en la que el centro es cada uno de los habitantes del mundo. La hazaña secreta de Ismael Grasa (Madrid: Turner Minor, 2018) y La penúltima bondat: assaig sobre la vida humana de Josep Maria Esquirol (Barcelona: Quaderns Crema, Assaig, 43, 2018).

Son dos libros de los de lectura con lápiz en ristre. Acabados, los subrayados son tantos que te obligan a volver a leer gran parte de lo ya leído con la perspectiva global enriquecedora de las partes. Libro moral, de urbanidad básica, el primero. Libro de los matices de ser en sociedad el segundo, desde la resistencia íntima de esa filosofía de la proximidad que propone Esquirol, tan literariamente. Los dos desde la paradoja de la hazaña secreta, la revolución íntima, el silencio fundador del cambio social, el antiexhibicionismo. Como un revisión del Cosimo Piovasco italocanviniano, su barón rampante, ambos proponen, con diferentes fórmulas,  ese axioma vital de fijarse voluntariamente una regla que dé sentido al fluir personal en el mundo. Ambas propuestas parten de la revolución que nace en lo cotidiano, en lo íntimo: desde ese rincón del universo, concertado por la voluntad de ser en sociedad, se construye el progreso. Sin disrupciones, desde el día a día, desde el compromiso de la rutina fértil y sus rituales trascedentes.

La hazaña secreta es un manual de urbanidad planteado como un diario de obviedades que debemos reaprender, en el que cada entrada analiza un asunto. La estructura se repite: una tesis, un análisis que articula sus argumentos y un cierre en el que una cita concluye y abre la perspectiva desde la autoridad contrastada por la tradición. Este ensayo habla de ejemplaridad, muestra la visión de un moralista no dogmático: invita en algunas ocasiones a no estar de acuerdo con su planteamiento y eso hace su posición más atractiva. Nos propone una “gimnasia moral” en la que inserta aforismos como destellos balizadores.

La penúltima bondat pide una lectura tan atenta como lírica. Su secuencia argumental tan clara como lírica. De ahí las epifanía con las que el lector ensancha el horizonte de su intimidad trascendente. Esquirol, como Nietzsche, como Walter Benjamin, como Wittgenstein, plantea la filosofía en clave literaria, con la metáfora y el símbolo como alegoría de saber ser y saber estar ahora y aquí. En las afueras de un paraíso imposible, el repliegue del sentir busca una felicidad que habita en la generosidad de la bondad: los dos árboles de Edén están a este lado del mito. Porque la racionalidad es la expresión de la emoción, sentimiento e inteligencia son inherentes. Inteligir es vivir plenamente, al margen del talentear que la propaganda del falso inclusivismo felicicéntrico y felicicida inocula desde sus pantallas. Yo, tú y el mundo (los kantianos alma, mundo y dios) solo tienen presencia en la intimidad del pensar si se ha aprendido a pensar que se piensa, a sentir que se siente, a pensar que se siente y sentir que se piensa, como dualidad unitaria del ser.

       Estas dos lecturas han creado, desde el deseo generador, una taxonomía dual, una plataforma desde la que hacer despegar el pensamiento sentido. Es un diálogo de contrarios que pueden ser complementarios.

1-Experiencia versus “experience” 

2-Camino andado, método, versus la objetivitis de los productos finales por teletransporte o atajo.

3-Constructivismo mallarmeano y paulvaléryano versus hacer compulsivo hiperactivo rimbaudiano.

4-Ingenio versus emprendimiento.

5-Criterio versus “mainstream” tuneante.

6-Consciencia versus “empoderamiento”.

7-Estética versus formato amigable.

8-Kolam, mantras y mandalas versus infografías, tópicos y cápsulas de activación motivadora.

9-Juego libre versus dinámicas adaptativas en un proceso disruptivo.

10-Sócrates versus pangnosticismo secuenciado que combina pedagogías de la ocasión rígidamente programadas con la metacognición significante, significadora y significativa.

11-Raíz al aire versus pasaportes.

12-Maestro versus dinamizador motivante de contextos cognitivos vitales y transformadores de problemas en oportunidades de crecimiento personal en un tejido social de sinergias osmóticas inclusivas que son adquisición de habilidades y competencias para una ciudadanía activa, responsable y feliz.

13-Analogía simbólica del conocimiento versus infoxicación de los datos que necesitan prótesis para fingir saber.

14-Enseñar versus  desaprender.

15-Artesanía versus robotización, algoritmización y cerounización.

16-Centro y duración versus alrededor y arrebato.

17- “Hic et nunc” versus “ubique et omni tempore”.

18- Diletantismo versus eficiencia eficaz y útil.

19-Calma versus síncopa. “Durée” bergsoniana versus “zapping”.

20- Filosofía versus “challenge”.

21-Aprender a contrapelo, como resistencia, versus aprender en el fluir del placer.

22-Disciplina versus libre albedrío de andar por casa.

23-Dogma versus pos-it. Ilustración versus esa nota adhesiva de colores que es la perversión del “gomet” (a su vez hecho “rúbrica”)

24-Manuscritos versus pizarra Kanban

25-Árbol de la ciencia versus Árbol de la vida.


       En la encrucijada de nuestro tiempo (siempre es nuestra época si estamos y queremos seguir siendo, con la moda o a contramoda) tenemos la obligación moral de fecundar un nuevo árbol con las semillas ontológicas de los dos de Edén. Como un camino de perfección, la amígdala del sistema límbico radical nutre de sabiduría intuitiva, ancestral, la savia que florece y fructifica después de ser tronco y corteza prefrontal. Como un pulpo, cada árbol multiplica sus cerebros, los ramifica, para dar eficiencia emocional al vivir. Ciencia y vida injertadas en cada arborescencia humana. La nueva deidad laica, Valle-Inclán: aprender a ser en la armonía de contrarios y la visión de altura, pero sin carnavalización, sustituida esta por un misticismo alegre simbólico y lírico. Que el carnaval es el espíritu animal que se libera por la válvula de escape social. Con el ser humano refundado, esencial en su médula intelecto-emocional y protético solo en los complementos amplificadores de humanidad, podemos ser neorrusonianos: confiar en la bondad natural y en el liberalismo sin usura.


(Que la experiencia se hace experimentando es un axioma de Perogrullo. El problema es de prioridades. Vivir en futuro incierto -pero muy rentable para los especuladores de futuros negocios, que lo venden muy cierto- hace del presente trampolín y del pasado -que sí es experiencia- lastre sobrante y obsolescente. Saber, ahora, es "desaprender" -dicen algunos gurús de la pedagogía-: la experiencia que cotiza en bolsa es la de la experiencia de no llegar a tener experiencia, porque no vale ya recordar -lo propio, lo heredado- sino el juego de experimentar. Educamos por competencias colaborativas, sí, pero pedimos competición personalista -de ese individuo algoritmizado que los comerciales hacen creer que es persona-. Llenamos el aire pedagógico de compartir talento y compramos competir para beneficio individual. Desde la alegría corporativa de cualquier extensión alegre en que festejar la ideología de la secta. Estamos contrayendo una sociedad donde los vínculos reales son demasiado complicados y los superficiales demasiado fáciles de establecer. No sé si eso explica las prótesis profesionalizadas para ayudar a vivir -psicólogos, terapeutas, “coachings”, magos, agencias de viajes virtuales, ludopatías…-. Esta soledad global feliz necesita menos gestores del cambio, menos “implementators” y más poesía vital).


La “aventura del atardecido” es la agonía (como lucha en la crisis –como cambio-) crepuscular de quien busca, en la pausa de la duración, lo matutino en lo vespertino. Ese reto vital, tan unamuniano, valleinclanizado, puede vertebrar la voluntad de ser en el pensar en este paradigma impuesto por los monopolios de la felicidad (esos señores feudales 5.0, con derecho de pernada, tuneados con el despotismo ilustrado virtual y magmático).







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