La
infección de la rutina (esa versión del
fluir de la vida sin pasión que baja la temperatura) pide un antídoto
estimulante. El pulso plano, el latir átono, la indolencia de la inercia,
encuentran en el cisma de la fiesta la crisis perfecta para darle cuerda al
movimiento de ser. Tras la navidad, vuelve a nacer la vida en carnaval. La
algarabía le sube la temperatura al frío cuerpo presente, lo desnuda del
disfraz del invierno para vestirlo de la alegría y sus adornos. Y, para compensar
la falta de calor humano y paisajístico, la panacea de la cuerva alimenta por
dentro el motor que, bailongo y feliz, pisa las calles con vocación de mar,
adoquinadas e ilustradas con los papelillos que nacen de los cascarones.
El
carnaval es un estado mental. Aunque solo es bien común cuando el calendario lo
permite. Y la cuerva es su banda sonora: la graduación de su algoritmo pone a
tono el alma y el cuerpo, sincronizados en la alegría.
1
Mitología del disfraz
Sale
del agua Neptuno
para
beber viento seco.
En
Águilas halla el hueco
del
tiempo más oportuno
y,
disfrazado de tuno,
llega
hasta nuestra Glorieta
que
se hace pandereta.
Por
el pico de la Pava
canta
la cuerva su brava
y
endiosadora receta.
Metamorfosis del tiempo
Hace
el invierno verano
de
ebriedad carnavalera
con
su danza colmenera
este
maná tan humano.
Faralarea
profano
el
cascarón de la noche,
da
brillo y pone el broche
para
centrar la alegría
este
elixir que nos guía
felices
y sin reproche.
3
Cuervizando la fiesta
En
un cáliz de alegrías
vertemos
los ingredientes
que
libados por las gentes
dictarán
coreografías,
chirigotas
y porfías
de
doña Cuaresma afrenta.
La
marmita alimenta
con
la fórmula del druida
la
ebriedad de la vida
con
la cuerva de placenta.
Pascual, la primera, perfecta. A la segunda le falta una sílaba en el verso 7. A la tercera le falta una sílaba en el verso 9. Como es natural la perfección está en la primera, amigo Pascual. Abrazos.
ResponderEliminarGracias, Pedro Javier, por la atenta lectura. Sabes, poeta, que la poesía es artificio. Y que todo artificio tiene sus reglas, sus convenciones. La perfección podemos buscarla: solo algunos, muy pocos, se aproximan a ella. En este caso, no hay error en la escansión de los versos que dices, puesto que la dialefa, tan "legal" fónicamente como la sinalefa, permiten contar ocho sílaba métricas en los dos versos que dices sin forzar la dicción. Ninguna de las tres décimas es perfecta, pero no por un error silábico: su imperfección es más substancial. Un abrazo carnavalero y cuervero.
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