jueves, 20 de febrero de 2020

Tres décimas de fiebre de cuerva







         La infección de la rutina  (esa versión del fluir de la vida sin pasión que baja la temperatura) pide un antídoto estimulante. El pulso plano, el latir átono, la indolencia de la inercia, encuentran en el cisma de la fiesta la crisis perfecta para darle cuerda al movimiento de ser. Tras la navidad, vuelve a nacer la vida en carnaval. La algarabía le sube la temperatura al frío cuerpo presente, lo desnuda del disfraz del invierno para vestirlo de la alegría y sus adornos. Y, para compensar la falta de calor humano y paisajístico, la panacea de la cuerva alimenta por dentro el motor que, bailongo y feliz, pisa las calles con vocación de mar, adoquinadas e ilustradas con los papelillos que nacen de los cascarones.
         El carnaval es un estado mental. Aunque solo es bien común cuando el calendario lo permite. Y la cuerva es su banda sonora: la graduación de su algoritmo pone a tono el alma y el cuerpo, sincronizados en la alegría.




                                                       1
        
Mitología del disfraz
                                                                 
Sale del agua Neptuno
para beber viento seco.
En Águilas halla el hueco
del tiempo más oportuno
y, disfrazado de tuno,
llega hasta nuestra Glorieta
que se hace pandereta.
Por el pico de la Pava
canta la cuerva su brava
y endiosadora receta.






                                                         2

     Metamorfosis del tiempo


Hace el invierno verano
de ebriedad carnavalera
con su danza colmenera
este maná tan humano.
Faralarea profano
el cascarón de la noche,
da brillo y pone el broche
para centrar la alegría
este elixir que nos guía
felices y sin reproche.


                        3

        Cuervizando la fiesta


En un cáliz de alegrías
vertemos los ingredientes
que libados por las gentes
dictarán coreografías,
chirigotas y porfías
de doña Cuaresma afrenta.
La marmita alimenta
con la fórmula del druida
la ebriedad de la vida
con la cuerva de placenta.





2 comentarios:

  1. Pascual, la primera, perfecta. A la segunda le falta una sílaba en el verso 7. A la tercera le falta una sílaba en el verso 9. Como es natural la perfección está en la primera, amigo Pascual. Abrazos.

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  2. Gracias, Pedro Javier, por la atenta lectura. Sabes, poeta, que la poesía es artificio. Y que todo artificio tiene sus reglas, sus convenciones. La perfección podemos buscarla: solo algunos, muy pocos, se aproximan a ella. En este caso, no hay error en la escansión de los versos que dices, puesto que la dialefa, tan "legal" fónicamente como la sinalefa, permiten contar ocho sílaba métricas en los dos versos que dices sin forzar la dicción. Ninguna de las tres décimas es perfecta, pero no por un error silábico: su imperfección es más substancial. Un abrazo carnavalero y cuervero.

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