miércoles, 15 de abril de 2020

Arquitrabes XXXVI: efecto secundario de la mascarilla




         Su obesidad no se apreciaba por fuera. No se le notaba si no hablaba, si lo veías de lejos paseándose. Vivía sobrealimentado de ego.

         Con el confinamiento no había ocasión de cruzárselo por el barrio. No hasta el domingo pasado. Subía por la avenida, enguantado y enmascarado, muy dandi en su disfraz aséptico. En la intersección de miradas, por encima del cubreviasrespitarorias, lo vi colosal, más ensimismado que nunca, más gordo por dentro.

         Pensé: “como dure mucho esta situación va a reventar. El efecto turbo de su aliento en la mascarilla, el exceso de yo alentado por él mismo en cada exhalación inhalada, lo va a matar de éxito”.

         La televisión local dio el miércoles la noticia: 

El ciudadano D. O. M., protegido y protegiente con su mascarilla y sus guantes homologados, cayó el domingo 12 de abril sobre el parterre de la avenida Icaria después de haberse elevado unos cincuenta metros, según un testigo y su perro, y de rebotar, ya cadáver, sobre el césped. El equipo de emergencia sanitaria ha referido a esta redacción que el impacto, que lo reventó, no le desfiguró una inquietante sonrisa de autosufiencia complaciente”.
        


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