A Antonio Machado, en la actualización disruptiva de
sus “sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo”.
-Señor Pérez, deje de tocarse los
huevos e interactúe con los compañeros de su grupo heterogéneo colaborativo en complementariedades
talentosas.
- No tengo conexión.
El profesor, resignado ante los
impoderables de la técnica y las relaciones humanas, centró su atención en otra
de las islas proyectivas del mar del conocimiento que dinamizaba de once a doce
y media. El señor Pérez preguntó sobre la espalda del profesor.
-¿Puedo ir al baño?
-Ya sabe, señor Pérez, que no necesita
preguntarlo. ¿Lo hace para tocarme los huevos?
El señor Pérez salió del espacio
cognitivo acotado con su iPad. El profesor, en el caos del aprendizaje cooperativo,
no pudo reparar en ello. Tampoco fue consciente de cuándo de incorporó a las
dinámicas grupales. Poco después, vuelta a la situación inicial.
-Señor Pérez, deje de mirarse tanto los
cojones y haga algo de provecho.
Y el señor Pérez, con un temple
asertivo envidiable, se levantó y transformó en silencio atento la algarabía
lúdica de aprender.
- He tenido una revelación experiencial
en la observación del movimiento de mis testículos en su bolsa escrotal. Las
gónadas masculinas necesitan mantenerse entre tres y cinco grados por debajo de
la temperatura corporal general. Para termorregularse el músculo cremasteriano
se contrae o expande de la cavidad pélvico-abdominal según convenga para
preservar la calidad espermática. La contemplación de la contracción o
dilatación del cremáster es para mí todo un ejercicio de diletantismo. Soy perito
en el reflejo cremasteriano o cremastético (cuya etimología griega nos remite a
suspensorio)
-¡El forro de los cojones, señor Pérez!
El profesor fue despedido. La
observación grupal del reflejo cremasteriano pasó a ser un proyecto global
vinculado a otro sobre estadística de la menstruación y su relación con la
razón trigonométrica de los senos. El señor Pérez, años después, fue un
prestigioso urólogo de fama internacional. Todo gracias a un profesor inútil y a
un alumno que se tocaba los huevos en clase.
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