De poder ponerle título, este sería “La letra con
sangre sale; el destino con sangre entra” o, si quisiéramos dar menos pistas, “Quiromancia”.
Pero ya sabéis que este espacio de Limbos
busca, de la forma explícita que dicta su título, “Ósmosis”, la coautoría
del lector. Ahí va este nuevo relato osmótico.
Salía de la filmoteca: acababa de ver Psicosis y para llegar hasta su casa el
camino más corto era un dédalo de oscuridades. Nunca había sido miedoso. Era un
jueves de invierno y las dos de la madrugada.
En la costanilla que casi lo ponía en su
casa, una señora vivida se le acercó. “¿Quieres que te lea la mano?”. “No son
horas”. Pero ella le cogió el brazo sin violencia y el se lo dejó coger. “Nunca
he creído es esas cosas”. Él no lo vio, pero tras la espalda de ella refulgía,
metálica y afilada, una farola mortecina. Extendió la mano izquierda y siguió con
los ojos el dibujo de la “M” difusa e inacabada que ella hizo con mimo. “Descálzate”.
“Señora, eso ya es mucho pedir”. Pero convencido por la mirada de ella acabó haciéndolo.
Levantó la planta del pie derecho y notó las cosquillas sinuosas de su dedo
corazón.
“Muerte segura”-dijo la señora
súbitamente envejecida. Él contuvo la risa y la transformó en: “la muerte es
tan segura como el azar. ¿No pretenderá que le pague este vaticinio?”.
…………………
A la mañana siguiente él seguía en la
costanilla. Ella no.
En la palma de su mano izquierda, una
nítida “M” de sangre. En la planta de su pie derecho, una “S” por la que se le
había ido yendo la vida.
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