viernes, 6 de julio de 2018

Ósmosis XIV






         De poder ponerle título, este sería “La letra con sangre sale; el destino con sangre entra” o, si quisiéramos dar menos pistas, “Quiromancia”. Pero ya sabéis que este espacio de Limbos busca, de la forma explícita que dicta su título, “Ósmosis”, la coautoría del lector. Ahí va este nuevo relato osmótico.





         Salía de la filmoteca: acababa de ver Psicosis y para llegar hasta su casa el camino más corto era un dédalo de oscuridades. Nunca había sido miedoso. Era un jueves de invierno y las dos de la madrugada.

         En la costanilla que casi lo ponía en su casa, una señora vivida se le acercó. “¿Quieres que te lea la mano?”. “No son horas”. Pero ella le cogió el brazo sin violencia y el se lo dejó coger. “Nunca he creído es esas cosas”. Él no lo vio, pero tras la espalda de ella refulgía, metálica y afilada, una farola mortecina. Extendió la mano izquierda y siguió con los ojos el dibujo de la “M” difusa e inacabada que ella hizo con mimo. “Descálzate”. “Señora, eso ya es mucho pedir”. Pero convencido por la mirada de ella acabó haciéndolo. Levantó la planta del pie derecho y notó las cosquillas sinuosas de su dedo corazón.

         “Muerte segura”-dijo la señora súbitamente envejecida. Él contuvo la risa y la transformó en: “la muerte es tan segura como el azar. ¿No pretenderá que le pague este vaticinio?”.


…………………


         A la mañana siguiente él seguía en la costanilla. Ella no.

         En la palma de su mano izquierda, una nítida “M” de sangre. En la planta de su pie derecho, una “S” por la que se le había ido yendo la vida.
         



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