Esta secuencia de despertares reales compartidos en
“Facebook” pasa en este espacio a ser una ficción real, un “Reloj de
amaneceres” de cinco días consecutivos. Los
tonos, las actitudes y las formas son diferentes y dan una perspectiva global
de los diferentes estares del ser: un romance antiguo que pone banda sonora a
la mañana; un crepúsculo matutino de campanas, golondrinas y esperanza; un
clarear que es naufragio oscuro, epílogo de la noche; una luz de vida que trae
la memoria de la muerte de mi padre; y una fábula pedagógica.
Diario de amaneceres:
Día 1
El mar en mi casa: metonimia
trascendente en el silencio pajareado de la mañana de san Juan. Las campanas
del Monestir dan las nueve para conjurar con su tañido bronco y dulce de bronce
tanto ruido.
“El
infante Arnaldos
¡Quién hubiera tal
ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su halcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
«Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondiole el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.»”
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su halcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
«Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondiole el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.»”
Romance anónimo.
Día 2
Abre el día. Chían las campanas;
tañen las golondrinas. La ciudad despierta y deja los sueños en la almohada. La
luz es fresca. Y todo está aún por leer.
Día 3
Haiku crepuscular
Carne de noche.
La luz abre heridas.
Sangran los nombres.
La luz abre heridas.
Sangran los nombres.
Día 4
A mi padre, en su
vigesimoséptimo descumpleaños.
Por los pasillos del cielo,
lúdicas, las golondrinas
se dejan ser en el vuelo
en que tejen su agonía.
lúdicas, las golondrinas
se dejan ser en el vuelo
en que tejen su agonía.
Su alboroto de alegría,
como alumnos en celo
que aletean su algarabía,
tiene su otoño al acecho.
como alumnos en celo
que aletean su algarabía,
tiene su otoño al acecho.
El sol les dora las alas
negras de sombra de invierno.
Mientras revuelven el aire
viven ajenas al duelo.
negras de sombra de invierno.
Mientras revuelven el aire
viven ajenas al duelo.
Día 5
![]() |
Antonio Machado fue un maestro desastrado, impuntual, apasionado, atemporal, poco eficiente. Su magisterio sigue dando frutos. |
Pedagogía
0.0 (de maestros industriales) y pedagogía 4.0 (de dinamizadores en la sociedad
de la transformación digital). Fábula.
El bosque de Volpelleres, temprano,
regala fresco en julio y abona las ideas con las que entras. El reto es correr
bajo sus sombras y que los vestigios de frío de noche y otoños hagan germinar
un discurso que pueda ser texto. De ese cultivo en tres vueltas, el fruto de
esta fábula.
La urraca
El grupo de trabajo que gestionaba la implementación
evaluativa de la mejora continua necesitaba ejemplos nodales nuevos y
alternativos a sus políticas económicas pedagógicas. Su sinergia cooperante posit-iva,
ganada al río que fluye hacia el pasado en mapas conceptuales de colores
chillones, llegó al lago de la disrupción. La pedagogía gestáltica, holística,
mindfulnésica, utilitarista y neurocientificocéntrica (de “scouts” budistas) buscaba nuevas soluciones a los nuevos retos
cognitivos y experimentó con los viejos métodos. Esta es la descripción de la
experiencia integral e integradora, paralela en tiempo acrónico blindado al
caleidoscopio de las corrientes pedagógicas que se atropellan, anulan y complementan
(progresista de Dewey; científica de Montessori; performativa; hermenéutica;
moderna y anarquista de Ferrer y Guàrdia; inclusiva y ciudadana de Pere Vergés;
global y de centros de interés de Delocry; antiautoritaria; de psicología
evolutiva de Piaget; de psicología cultural de Vygotskij; conductista;
constructivista y experiencial; cooperativa de Freinet; cuáquera; desescolarizadora;
postestructuralista; de implantes neuronales…).
La
urraca había nacido sin voz, pero con la capacidad potencial del habla. Sus
padres la quisieron sin sonidos y, para insertarla en el mundo, la llevaron a
un gabinete psicopedagógico decorado con infografías que, a golpe de ojo, eran
un mapa conceptual de todas las pedagogías posibles. El caso era insólito: un
reto para la ciencia pedagógica.
La
decisión del comité asesor inclusivo fue generar un nuevo protocolo alternativo
y disruptivo, al margen de toda pedagogía emergente o "vintage" con
aura de modernidad anacrónica. El experimento necesitaba tiempo, tenía un
corazón de duración.
Resumida
la unidad didáctica y su secuenciación (nos ahorramos toda la plantilla que
programa y evalúa la situación de la realidad, producto final y subproductos,
objetivos de aprendizaje, finalidades educativas, relevancia y priorización, indicadores
de evaluación de las evidencias cognitivas, contenidos de aprendizaje –factuales,
conceptuales, procedimentales y actitudinales-, fases de implementación –inicial,
desarrollo y síntesis- y recogida de
evidencias para cerrar o volver sobre el proceso cognitivo y metacognitivo) vendría
a ser algo parecido a lo siguiente:
Durante
diez años la sometieron a una casuística de modelos sin más programación que la
del azar. Fue alumna de una mosca, un burro, un buey, una ballena, un búho, una
cabra, una cigarra, un cerdo, un cisne, una cigüeña, un cocodrilo, un conejo,
un perro, un grajo, un delfín, un elefante, una gallina, un gorila, un gato, un
gorrión, un grillo, un halcón, un león, un jabalí, una cotorra, una pantera,
una tórtola, una rana, una rata, una serpiente, una vaca y un rinoceronte. Todos
sus maestros se dejaron la piel y el alma en enseñarle lo mejor que sabían
desde sus coordenadas del universo. En toda su escolarización su motivación le
impelía a jugar con los objetos brillantes que encontraba fuera del espacio
acotado para aprender, hacía suyos y llevaba consigo a clase. Ni zumbidos, ni
rebuznos, ni mugidos, ni cantos, ni ululares, ni balidos, ni chirridos, ni gruñidos, ni graznidos, ni crotorares, ni
lloros, ni chillidos, ni ladridos, ni chasquidos, ni barritares, ni cacareos o
cloqueos, ni maullares, ni gorjeos, ni grillares, ni gañidos, ni rugidos, ni
roncares, ni parloteos carreteadores, ni himplares, ni zureos, ni croares, ni
musitaciones, ni siseos, ni berridos, glugluteaciones, aullidos o piares le
interesaron lo más mínimo. Solo el brillo de su hallazgo ocupaba y centraba su
atención.
La
urraca seguía sin emitir sonido alguno. El gabinete, consensuándolo con un
centro de seguimiento de comportamientos telentosos alternativos, diagnosticó
un autismo trufado de déficit de atención sin hiperactividad que presentaba
atisbos de trastorno obsesivo compulsivo en su subcategoría de eclipse
conductual ante los relumbres. Tuvieron que crear un nuevo protocolo criterial singular para
cerrar la etapa con evidencias de algún progreso cognitivo.
La
urraca era feliz absorta en la celda blindada de su interés.
Tres
años después, la urraca fue de visita al centro educativo que había fracasado
en su implementación de un protocolo de actuación para dinamizar y gestionar un
crecimiento biológico-cognitivo-espiritual-(personal-social). Su voz era única
y significativa. Su último tutor, que no había podido hablar nunca con ella,
disfrutó el momento. Su voz, grave, era una síntesis del chicharrear de la
cigarra, el carretear de la cotorra, el graznar del grajo y el crascitar del
cuervo (que no fue maestro en el aula, pero sí en la calle). Había conseguido
darle los tiempos que personalizaban su comunicación. Sabía zurear, arrullar y
gorjear, pero en la tesitura baja de su timbre oscuro, entre barítono y bajo. Los
matices de su crotoreo y vozneo iluminaban sus palabras.
El
sistema educativo incorporó a sus plantillas unificadoras de la heterogeneidad
esta excepción que escapaba de su taxonomía, como un milagro pedagógico.
(No hay dístico final de esta
fábula: los lectores 4.0 son ya competentes para que cada uno llegue a su síntesis
metacognitiva)
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