domingo, 8 de julio de 2018

Reloj de amaneceres VI


 
No hay dos amaneceres iguales ni el el mismo lugar.



         Esta secuencia de despertares reales compartidos en “Facebook” pasa en este espacio a ser una ficción real, un “Reloj de amaneceres” de cinco días consecutivos.      Los tonos, las actitudes y las formas son diferentes y dan una perspectiva global de los diferentes estares del ser: un romance antiguo que pone banda sonora a la mañana; un crepúsculo matutino de campanas, golondrinas y esperanza; un clarear que es naufragio oscuro, epílogo de la noche; una luz de vida que trae la memoria de la muerte de mi padre; y una fábula pedagógica.

Diario de amaneceres:

Día 1



         El mar en mi casa: metonimia trascendente en el silencio pajareado de la mañana de san Juan. Las campanas del Monestir dan las nueve para conjurar con su tañido bronco y dulce de bronce tanto ruido.

“El infante Arnaldos

¡Quién hubiera tal ventura
sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos
la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza
para su halcón cebar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,
la jarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,
tablas de fino coral.
Marinero que la guía,
diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma,
los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,
arriba los hace andar;
las aves que van volando,
al mástil vienen posar.
Allí habló el infante Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
«Por tu vida, el marinero,
dígasme ora ese cantar.»
Respondiole el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
«Yo no digo mi canción
sino a quien conmigo va.»”

                 Romance anónimo.

        
Día 2



Abre el día. Chían las campanas; tañen las golondrinas. La ciudad despierta y deja los sueños en la almohada. La luz es fresca. Y todo está aún por leer.


Día 3



Haiku crepuscular

Carne de noche.
La luz abre heridas.
Sangran los nombres.


Día 4



                                 A mi padre, en su vigesimoséptimo descumpleaños.

Por los pasillos del cielo,
lúdicas, las golondrinas
se dejan ser en el vuelo
en que tejen su agonía.

Su alboroto de alegría,
como alumnos en celo
que aletean su algarabía,
tiene su otoño al acecho.

El sol les dora las alas
negras de sombra de invierno.
Mientras revuelven el aire
viven ajenas al duelo.



Día 5

Antonio Machado fue un maestro desastrado, impuntual, apasionado, atemporal, poco eficiente. Su magisterio sigue dando frutos.


Pedagogía 0.0 (de maestros industriales) y pedagogía 4.0 (de dinamizadores en la sociedad de la transformación digital). Fábula.

         El bosque de Volpelleres, temprano, regala fresco en julio y abona las ideas con las que entras. El reto es correr bajo sus sombras y que los vestigios de frío de noche y otoños hagan germinar un discurso que pueda ser texto. De ese cultivo en tres vueltas, el fruto de esta fábula.

La urraca

         El grupo de trabajo que gestionaba la implementación evaluativa de la mejora continua necesitaba ejemplos nodales nuevos y alternativos a sus políticas económicas pedagógicas. Su sinergia cooperante posit-iva, ganada al río que fluye hacia el pasado en mapas conceptuales de colores chillones, llegó al lago de la disrupción. La pedagogía gestáltica, holística, mindfulnésica, utilitarista y neurocientificocéntrica (de “scouts” budistas) buscaba nuevas soluciones a los nuevos retos cognitivos y experimentó con los viejos métodos. Esta es la descripción de la experiencia integral e integradora, paralela en tiempo acrónico blindado al caleidoscopio de las corrientes pedagógicas que se atropellan, anulan y complementan (progresista de Dewey; científica de Montessori; performativa; hermenéutica; moderna y anarquista de Ferrer y Guàrdia; inclusiva y ciudadana de Pere Vergés; global y de centros de interés de Delocry; antiautoritaria; de psicología evolutiva de Piaget; de psicología cultural de Vygotskij; conductista; constructivista y experiencial; cooperativa de Freinet; cuáquera; desescolarizadora; postestructuralista; de implantes neuronales…).

         La urraca había nacido sin voz, pero con la capacidad potencial del habla. Sus padres la quisieron sin sonidos y, para insertarla en el mundo, la llevaron a un gabinete psicopedagógico decorado con infografías que, a golpe de ojo, eran un mapa conceptual de todas las pedagogías posibles. El caso era insólito: un reto para la ciencia pedagógica.

         La decisión del comité asesor inclusivo fue generar un nuevo protocolo alternativo y disruptivo, al margen de toda pedagogía emergente o "vintage" con aura de modernidad anacrónica. El experimento necesitaba tiempo, tenía un corazón de duración.

         Resumida la unidad didáctica y su secuenciación (nos ahorramos toda la plantilla que programa y evalúa la situación de la realidad, producto final y subproductos, objetivos de aprendizaje, finalidades educativas, relevancia y priorización, indicadores de evaluación de las evidencias cognitivas, contenidos de aprendizaje –factuales, conceptuales, procedimentales y actitudinales-, fases de implementación –inicial, desarrollo y síntesis-  y recogida de evidencias para cerrar o volver sobre el proceso cognitivo y metacognitivo) vendría a ser algo parecido a lo siguiente:

         Durante diez años la sometieron a una casuística de modelos sin más programación que la del azar. Fue alumna de una mosca, un burro, un buey, una ballena, un búho, una cabra, una cigarra, un cerdo, un cisne, una cigüeña, un cocodrilo, un conejo, un perro, un grajo, un delfín, un elefante, una gallina, un gorila, un gato, un gorrión, un grillo, un halcón, un león, un jabalí, una cotorra, una pantera, una tórtola, una rana, una rata, una serpiente, una vaca y un rinoceronte. Todos sus maestros se dejaron la piel y el alma en enseñarle lo mejor que sabían desde sus coordenadas del universo. En toda su escolarización su motivación le impelía a jugar con los objetos brillantes que encontraba fuera del espacio acotado para aprender, hacía suyos y llevaba consigo a clase. Ni zumbidos, ni rebuznos, ni mugidos, ni cantos, ni ululares, ni balidos, ni chirridos,  ni gruñidos, ni graznidos, ni crotorares, ni lloros, ni chillidos, ni ladridos, ni chasquidos, ni barritares, ni cacareos o cloqueos, ni maullares, ni gorjeos, ni grillares, ni gañidos, ni rugidos, ni roncares, ni parloteos carreteadores, ni himplares, ni zureos, ni croares, ni musitaciones, ni siseos, ni berridos, glugluteaciones, aullidos o piares le interesaron lo más mínimo. Solo el brillo de su hallazgo ocupaba y centraba su atención.

         La urraca seguía sin emitir sonido alguno. El gabinete, consensuándolo con un centro de seguimiento de comportamientos telentosos alternativos, diagnosticó un autismo trufado de déficit de atención sin hiperactividad que presentaba atisbos de trastorno obsesivo compulsivo en su subcategoría de eclipse conductual ante los relumbres. Tuvieron que crear un  nuevo protocolo criterial singular para cerrar la etapa con evidencias de algún progreso cognitivo. 

         La urraca era feliz absorta en la celda blindada de su interés.

         Tres años después, la urraca fue de visita al centro educativo que había fracasado en su implementación de un protocolo de actuación para dinamizar y gestionar un crecimiento biológico-cognitivo-espiritual-(personal-social). Su voz era única y significativa. Su último tutor, que no había podido hablar nunca con ella, disfrutó el momento. Su voz, grave, era una síntesis del chicharrear de la cigarra, el carretear de la cotorra, el graznar del grajo y el crascitar del cuervo (que no fue maestro en el aula, pero sí en la calle). Había conseguido darle los tiempos que personalizaban su comunicación. Sabía zurear, arrullar y gorjear, pero en la tesitura baja de su timbre oscuro, entre barítono y bajo. Los matices de su crotoreo y vozneo iluminaban sus palabras. 

         El sistema educativo incorporó a sus plantillas unificadoras de la heterogeneidad esta excepción que escapaba de su taxonomía, como un milagro pedagógico.


(No hay dístico final de esta fábula: los lectores 4.0 son ya competentes para que cada uno llegue a su síntesis metacognitiva)




        

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