Libro sobre protector de cobre de plancha sobre mueble de Ikea: concreción de una de las fórmulas para ganarse la felicidad, esa hazaña secreta de saber vivir. |
Vivir, pensar y amar desde el repliegue fértil del inteligir |
“No hay más que la hazaña secreta, la
aventura del atardecido”
Ramón
Gómez de la Serna
“PICALAGARTOS-. ¡El mundo es una
controversia!
DON LATINO-. ¡Un esperpento!
EL BORRACHO-. ¡Cráneo previlegiado!”
Valle-Inclán.
Luces de bohemia.
“Busca
a tu complementario,
que marcha siempre contigo,
y suele ser tu contrario”
Antonio
Machado. “Proverbios y cantares”
La
mirada moral y lírica da a la filosofía un ver fértil. Dos libros pueden
representar esa maestría que ya empieza a ser oasis entre tanto ruido dulce de
autoayuda y milagros de la nueva ley de la gravitación universal positiva en la
que el centro es cada uno de los habitantes del mundo. La hazaña secreta de Ismael Grasa (Madrid: Turner Minor, 2018) y La penúltima bondat: assaig sobre la vida
humana de Josep Maria Esquirol (Barcelona: Quaderns Crema, Assaig, 43,
2018).
Son
dos libros de los de lectura con lápiz en ristre. Acabados, los subrayados son
tantos que te obligan a volver a leer gran parte de lo ya leído con la
perspectiva global enriquecedora de las partes. Libro moral, de urbanidad
básica, el primero. Libro de los matices de ser en sociedad el segundo, desde
la resistencia íntima de esa filosofía de la proximidad que propone Esquirol,
tan literariamente. Los dos desde la paradoja de la hazaña secreta, la
revolución íntima, el silencio fundador del cambio social, el
antiexhibicionismo. Como un revisión del Cosimo Piovasco italocanviniano, su
barón rampante, ambos proponen, con diferentes fórmulas, ese axioma vital de fijarse voluntariamente
una regla que dé sentido al fluir personal en el mundo. Ambas propuestas parten
de la revolución que nace en lo cotidiano, en lo íntimo: desde ese rincón del universo,
concertado por la voluntad de ser en sociedad, se construye el progreso. Sin
disrupciones, desde el día a día, desde el compromiso de la rutina fértil y sus
rituales trascedentes.
La hazaña secreta es un manual de urbanidad planteado
como un diario de obviedades que debemos reaprender, en el que cada entrada
analiza un asunto. La estructura se repite: una tesis, un análisis que articula
sus argumentos y un cierre en el que una cita concluye y abre la perspectiva
desde la autoridad contrastada por la tradición. Este ensayo habla de
ejemplaridad, muestra la visión de un moralista no dogmático: invita en algunas
ocasiones a no estar de acuerdo con su planteamiento y eso hace su posición más
atractiva. Nos propone una “gimnasia moral” en la que inserta aforismos como
destellos balizadores.
La penúltima bondat pide una lectura tan atenta como lírica.
Su secuencia argumental tan clara como lírica. De ahí las epifanía con las que
el lector ensancha el horizonte de su intimidad trascendente. Esquirol, como Nietzsche,
como Walter Benjamin, como Wittgenstein, plantea la filosofía en clave
literaria, con la metáfora y el símbolo como alegoría de saber ser y saber
estar ahora y aquí. En las afueras de un paraíso imposible, el repliegue del
sentir busca una felicidad que habita en la generosidad de la bondad: los dos
árboles de Edén están a este lado del mito. Porque la racionalidad es la
expresión de la emoción, sentimiento e inteligencia son inherentes. Inteligir
es vivir plenamente, al margen del talentear que la propaganda del falso
inclusivismo felicicéntrico y felicicida inocula desde sus pantallas. Yo, tú y
el mundo (los kantianos alma, mundo y dios) solo tienen presencia en la
intimidad del pensar si se ha aprendido a pensar que se piensa, a sentir que se
siente, a pensar que se siente y sentir que se piensa, como dualidad unitaria
del ser.
Estas dos lecturas han creado, desde
el deseo generador, una taxonomía dual, una plataforma desde la que hacer
despegar el pensamiento sentido. Es un diálogo de contrarios que pueden ser
complementarios.
1-Experiencia
versus “experience”
2-Camino
andado, método, versus la objetivitis de los productos finales por
teletransporte o atajo.
3-Constructivismo
mallarmeano y paulvaléryano versus hacer compulsivo hiperactivo rimbaudiano.
4-Ingenio
versus emprendimiento.
5-Criterio
versus “mainstream” tuneante.
6-Consciencia
versus “empoderamiento”.
7-Estética
versus formato amigable.
8-Kolam,
mantras y mandalas versus infografías, tópicos y cápsulas de activación
motivadora.
9-Juego
libre versus dinámicas adaptativas en un proceso disruptivo.
10-Sócrates
versus pangnosticismo secuenciado que combina pedagogías de la ocasión
rígidamente programadas con la metacognición significante, significadora y
significativa.
11-Raíz al
aire versus pasaportes.
12-Maestro
versus dinamizador motivante de contextos cognitivos vitales y transformadores
de problemas en oportunidades de crecimiento personal en un tejido social de
sinergias osmóticas inclusivas que son adquisición de habilidades y
competencias para una ciudadanía activa, responsable y feliz.
13-Analogía
simbólica del conocimiento versus infoxicación de los datos que necesitan
prótesis para fingir saber.
14-Enseñar
versus desaprender.
15-Artesanía
versus robotización, algoritmización y cerounización.
16-Centro y
duración versus alrededor y arrebato.
17- “Hic et nunc” versus “ubique et omni tempore”.
18-
Diletantismo versus eficiencia eficaz y útil.
19-Calma
versus síncopa. “Durée” bergsoniana versus “zapping”.
20- Filosofía
versus “challenge”.
21-Aprender
a contrapelo, como resistencia, versus aprender en el fluir del placer.
22-Disciplina
versus libre albedrío de andar por casa.
23-Dogma
versus pos-it. Ilustración versus esa nota adhesiva de colores que es la perversión
del “gomet” (a su vez hecho “rúbrica”)
24-Manuscritos
versus pizarra Kanban
25-Árbol de
la ciencia versus Árbol de la vida.
En la encrucijada de
nuestro tiempo (siempre es nuestra época si estamos y queremos seguir siendo,
con la moda o a contramoda) tenemos la obligación moral de fecundar un nuevo
árbol con las semillas ontológicas de los dos de Edén. Como un camino de
perfección, la amígdala del sistema límbico radical nutre de sabiduría
intuitiva, ancestral, la savia que florece y fructifica después de ser tronco y
corteza prefrontal. Como un pulpo, cada árbol multiplica sus cerebros, los
ramifica, para dar eficiencia emocional al vivir. Ciencia y vida injertadas en
cada arborescencia humana. La nueva deidad laica, Valle-Inclán: aprender a ser
en la armonía de contrarios y la visión de altura, pero sin carnavalización,
sustituida esta por un misticismo alegre simbólico y lírico. Que el carnaval es
el espíritu animal que se libera por la válvula de escape social. Con el ser
humano refundado, esencial en su médula intelecto-emocional y protético solo en
los complementos amplificadores de humanidad, podemos ser neorrusonianos:
confiar en la bondad natural y en el liberalismo sin usura.
(Que
la experiencia se hace experimentando es un axioma
de Perogrullo. El problema es de prioridades. Vivir en futuro incierto -pero
muy rentable para los especuladores de futuros negocios, que lo venden muy
cierto- hace del presente trampolín y del pasado -que sí es experiencia- lastre
sobrante y obsolescente. Saber, ahora, es "desaprender" -dicen
algunos gurús de la pedagogía-: la experiencia que cotiza en bolsa es la de la
experiencia de no llegar a tener experiencia, porque no vale ya recordar -lo
propio, lo heredado- sino el juego de experimentar. Educamos por competencias colaborativas,
sí, pero pedimos competición personalista -de ese individuo algoritmizado que
los comerciales hacen creer que es persona-. Llenamos el aire pedagógico de
compartir talento y compramos competir para beneficio individual. Desde la
alegría corporativa de cualquier extensión alegre en que festejar la ideología
de la secta. Estamos contrayendo una sociedad donde los vínculos reales son
demasiado complicados y los superficiales demasiado fáciles de establecer. No
sé si eso explica las prótesis profesionalizadas para ayudar a vivir -psicólogos,
terapeutas, “coachings”, magos,
agencias de viajes virtuales, ludopatías…-. Esta soledad global feliz necesita
menos gestores del cambio, menos “implementators” y más poesía vital).
La “aventura del atardecido” es la
agonía (como lucha en la crisis –como cambio-) crepuscular de quien busca, en
la pausa de la duración, lo matutino en lo vespertino. Ese reto vital, tan
unamuniano, valleinclanizado, puede vertebrar la voluntad de ser en el pensar
en este paradigma impuesto por los monopolios de la felicidad (esos señores
feudales 5.0, con derecho de pernada, tuneados con el despotismo ilustrado
virtual y magmático).
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