domingo, 29 de julio de 2018

Mediodía de muerte entera







                                                        “¡Cima de la delicia!
                                                        Todo en el aire es pájaro.
                                                        Se cierne lo inmediato
Resuelto en lejanía.

[…]


Más, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
La plenitud se escapa.
¡Ya solo sé cantar!”

         Jorge Guillén, Cántico.


         Cima del abismo. Mediodía de estío: el mundo es un solar. Y los relojes obsolecen ante la impenitente y contumaz tormenta de vida que funde, a plomo, el verde en amarillo. El mar y sus azules viven otros tiempos de clepsidras de olas. Luego está la literatura, ajena por escrita, a los estragos de las horas: “El amor es el jardín de mi alma”, nos viene a decir en inglés un desvaído pájaro como en una fotografía de cementerio inasequible al fundido en nada.

         Simetría de la armonía de contrarios: el tiempo nos hace vectores con una dirección y dos sentidos opuestos, todo cielo o todo suelo. 



                  Reloj de sol vencido.

Verticalidad cenital: plétora de luz,
        culmen de ausencia de sombra.
El astro titiritero que da la vida
también erosiona la alegría y da la muerte.
Las agujas no dan las horas.
Flácidas, derrotadas por la gravedad,
se han dejado caer
en una eterna seis y media,
ajenas al enhiesto meridiano.

La decadencia tiene bautismo de aurora.






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