lunes, 22 de abril de 2019

El momento cero de la eternidad















Se empieza cerrando un miércoles y la espita del agujero negro del tiempo fagocita sin violencia ni prisa la presencia.
Pasan los miércoles de ausencia que engendran semanas que dan a luz sombras de meses que acaban pariendo años y ruina imperceptible de polvo.
Como en la agonía de la vida, la atalaya de ser compila y comprime todos los presentes que se hacen suspiro, instante. El resultado, lo que queda, es el fruto de todo lo que se ha perdido.
El ala periódica que roza lo macizo, como el agua sobre la piedra, construye el tiempo con la perseverancia contumaz de una espera sin prisa, ajena al ajetreo humano, del otro lado.
Cerrar solo los miércoles no era suficiente para acotar el vaivén que requiere el vacío lleno de despojos. La cadena acota y blinda el escombro para que no ocupe la alegría de la calle y quede confinado y estanco en su nido de muerte.
Como en la "Casa tomada" de Cortázar, la ausencia se ha hecho fuerte tras la puerta y respira la ceniza del tiempo que le sobra.




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