miércoles, 17 de febrero de 2021

El diletante fértil. Decimoprimer paseo

 


 


 


 

Acceso al Casino de la Floresta (Lluís Colomer i Bellot, 1930) desde la estación de los Ferrocarriles de la Generalitat.


            “Amemos la tradición, pero en su esencia, y procurando descifrarla como un enigma que guarda el secreto del Porvenir. Yo para mi ordenación  tengo como precepto no ser histórico ni actual, pero saber oír la flauta griega”

                                    Valle-Inclán. “El milagro musical”, La lámpara maravillosa.

 

            Y si la vida es un sueño,

como dijo algún navegante atribulado,

prefiero en trapecio

para verlas venir en movimiento”

 

Manolo García. “Prefiero el trapecio”, Arena en los bolsillos.

 

                                  

         Vía muerta. Pecio. Sosiego, calma. Maestro en la lección de la pausa mientras el mundo gira y giran sobre él los mundos que contiene. Lecciones de cosas. Lecciones de tregua.

         Intuición de animal racional. Intuición culturizada como axioma difuso del conocimiento y la orientación. Ciencia infusa en la vía iluminativa a la que se llega por la ascesis del estudio constante, de la transformación del asombro en construcción mental. Por el acostumbrado y olvidado camino del instituto persigo mi ignorancia para llegar hasta aquel casino en el que jugué algunas horas del final de mi infancia y el despertar de la adolescencia. En La Floresta su casino, entonces, era un local social en el que se organizaban las veinticuatro horas de fútbol sala más originales. El espacio de juego era la pista de baile, entre verandas y terrazas con corredores apergolados. Las porterías eran de hockey. La fiesta del deporte combinado con la falta de sueño y la excitación por el ambiente alternativo. Siempre he sido portero y eso me ha dado la perspectiva en la vida de saber esperar y atacar al atacante solo cuando su amenaza se quedaba sola ante mí y su picardía. Ver desde la retaguardia para estar preparado para ser vanguardia que asume y se defiende.

         El paisaje es la naturaleza domesticada por la mirada de la cultura. El paraje es el lugar en que detenerse, en el que pararse. Cuando se hace parador el negocio eclipsa lo que el universo ofrece. En movimiento sin aceleración, huir de mí para encontrarme. Soy un “walkman” cuya banda sonora es el exterior, un peatón que vaga con los biorritmos y las ideas conectados, atentos, a lo que pasa por donde paso.

 

Pensar. Osmosis.

Senda junto a las vías.

Metamorfosis

 

 

 

Latente y latido, ha vuelto aquel tiempo a este en su recorrido. Esos fueron los que se jugaron las horas en la pista de la fotografía anterior, que ha regresado ahora aquí desde entonces.

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