domingo, 28 de febrero de 2021

El diletante fértil. Decimoquinto paseo

 

Lo pequeño contiene lo grande. El detalle es un universo. Todo cuenta para ser en el cantar de Ser

 

 

            A Malud Alcázar Casas, en la confirmación vital de una intuición mental, con el corazón en la intersección.

 

            “La belleza es la posibilidad que tienen todas las cosas para crear y ser amadas”

            “El instante más pequeño de amor es eternidad”

 

                        Valle-Inclán. “El milagro musical”. La lámpara maravillosa.

 

                                  

Ha sido una imagen de haiku contemporáneo. Una urraca prueba con insistencia metódica (con esos espasmos propios de las aves) cómo sacar una bolsa de una papelera en un parque urbano, muy cerca de bosques fagocitados. Su tesón tiene premio y acaba sacando con el pico la bolsa plateada de su pozo: así puede hacerse con las migajas de su contenido y hacer suyo su continente. Una escena en la placidez de las primeras horas solitarias de una mañana de sábado. Un acueducto medieval daba a la situación la escenografía que la dramaturgia estaba pidiendo para ser fotografía, instante robado a la permanencia efímera de ser. Las urracas buscan brillos para iluminar sus nidos, para identificarlos. No atesoran, balizan sin usura su hogar con el relumbre de su recolección.

Otras luces me esperaban en el camino.

El paso humano humaniza la mirada como la meditación hace consciente la vida plena del momento presente. Los excesos de mimo del tiempo han desamarilleado la mimosa que, esplendorosa, se deja fluir en su nueva belleza. Así los pasos. Así la respiración.

Meditar no es mentalizar. Relajarse no es dejar de estar tenso: es hallar el nudo de la tensión para vivir la liberación ocupada en hacer fluir la despreocupación. La rigidez es de la mente: la meditación es del corazón. Nos ponemos corazas para protegernos y aprisionamos la burbuja expansiva del corazón que es la que nos hace intersecciones. Las ideas fluyen, si no son bucle solipsista, como líneas onduladas. Para progresar y darse, primero, tenemos que trenzar en nosotros lo cerebral y lo cordial. Habremos llegado al espíritu de nuestro yo completo (el profundo y el periférico) en ese tejido de ondas mentales y electromagnetismo envolvente del corazón. Sentir el presente como un presente del tiempo, sin pensarlo, viviéndolo, arrobado en su vaivén de energía, en su invitación a la comunión. Descansar del pensar para no autoexplotarnos, para poder pensar con claridad y centros. Buscar cada día el domingo-shabat, el séptimo momento para barbecho mental que permita la fecundidad de la alegría. La búsqueda del absoluto en lo relativo de lo concreto: la metonimia fractal del caleidoscopio de ser.

Ser (orden, consciencia de mente y corazón), No-Ser (vacío, posibilidad, hueco, abismo fértil) y movimiento (pulsión, deseo, dinámica de caminante, horizonte y raíz, destino y origen, energía). Es la trinidad de la existencia. Cada religión le da la cultura de su lectura pero ese hilemorfismo taoísta es ontología ecuménica. La armonía de contrarios y la visión de altura (desde cualquier posición vital –mental y cordial-) dan la clave lírica de la tensión necesaria para la relajación.

Un abrazo, ese beso de los brazos, desde la desposesión, desde la apertura del pecho, desde la conexión de los plexos solares, desde la concordia, nos libera de la cárcel del yo tóxico y, osmótico, nos acerca a la intersección en la que poder seguir siendo en la luz reciclada cada instante que somos.

 

 

La urraca endrina

hace con brillos nido.

La luz recicla

 

 

3 comentarios:

  1. Soy, querida Clara, una urraca que busca destellos para iluminar, en la medida de mis posibilidades, el mundo. El mundo como nido. La palabra como luz. Un abrazo con la voz que mi teclado hace texto escrito.

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